martes, mayo 26, 2009

Anastasia, la ciudad y el deseo

Muchas cosas he aprendido con Claudia Legnazzi, y entre tantas cosas que ella me acercó se encuentra este ejercicio resultado de un fragmento de "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino. De todos los relatos contados por Marco Polo en el libro, el de la ciudad de Anastasia es el que más me atrajo, quizá porque me pareció un fiel reflejo de nuestra sociedad en estos tiempos, donde pensar que saciar nuestros deseos y hambre de consumo nos hace más libres y cerca de la felicidad, cuando en realidad es todo lo contrario.
Por eso mi ilustración, lejos de lo que habrá visto Marco Polo, pero cerca de lo que nos quiso decir Italo Calvino, muestra esta ciudad abarrotada de edificios, calles o autopistas que no llevan a ningún lado, miles de antenas que no perciben nada y cometas, que veo más como sueños que se alejan tratando de encontrar un lugar en el cielo.



Por supuesto les recomiendo leer el libro entero, aquí abajo pueden leer el relato de la ciudad de Anastasia, que podría ser tanto mi ciudad como la tuya.

leer historia


    Al cabo de tres jornadas, andando hacia el mediodía, el hombre se encuentra en Anastasia, ciudad bañada por canales concéntricos y sobrevolada por cometas. Debería ahora enumerar las mercancías que se compran a buen precio: ágata ónix crisopacio y otras variedades de calcedonia; alabar la carne del faisán dorado que se cocina sobre la llama de leña de cerezo estacionada y se espolvorea con mucho orégano; hablar de las mujeres que he visto bañarse en el estanque de un jardín y que a veces -así cuentan- invitan al viajero a desvestirse con ellas y a perseguidas en el agua. Pero con estas noticias no te diré la verdadera esencia de la ciudad: porque mientras la descripción de Anastasia no hace sino despertar los deseos uno por uno, para obligarte a ahogarlos, a quien se encuentra una mañana en medio de Anastasia los deseos se le despiertan todos juntos y lo circundan. La ciudad se te aparece como un todo en el que ningún deseo se pierde y del que tú formas parte, y como ella goza de todo lo que tú no gozas, no te queda sino habitar ese deseo y contentarte. Tal poder, que a veces dicen maligno a veces benigno, tiene Anastasia, ciudad engañadora: si durante ocho horas al día trabajas como tallador de ágatas ónices crisopacios, tu afán que da forma al deseo toma del deseo su forma, y crees que gozas por toda Anastasia cuando sólo eres su esclavo.

jueves, mayo 07, 2009

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